- María Inés Moraes (IECON)
El año pasado se conmemoraron los 200 años del Reglamento Provisorio de Tierras que José Artigas dispuso para la Provincia Oriental en 1815. La ocasión fue propicia para que entre los especialistas volviera discutirse una vieja ”cuestión agraria” uruguaya: la estructura de la propiedad de la tierra y el uso del suelo. Ambos fueron durante mucho tiempo asuntos clásicos en la agenda política y académica de Uruguay y de la región. En el marco de las vertiginosas transformaciones actuales que vive el sector agrario uruguayo los problemas de la tenencia, el tamaño y la orientación productiva han re-aparecido, ahora en los debates sobre los efectos de la intensificación agrícola, la disminución del número de predios agropecuarios, la “extranjerización” de la tierra y la crisis de las unidades productivas familiares.
La ocasión es propicia también para volver sobre la historia agraria del período colonial, un período muy lejano de nuestra historia económica, que sin embargo tiene gran significación en el relato sobre los orígenes de las estructuras agrarias. En efecto, en el Uruguay existe un amplio consenso entre los especialistas respecto a que los orígenes del latifundio, con sus correlatos productivos y sociales, deben buscarse en el período colonial. Una serie de trabajos recientes de investigación, producidos en el país y fuera de él, han cuestionado la imagen tradicional de la gran propiedad individual del período colonial como una unidad productiva representativa del tejido productivo del agro pre-capitalista en el Río de la Plata, así como su asociación con el atraso tecnológico, la hegemonía productiva de la ganadería y la “coerción extra-económica” del trabajo libre. Como parte de una línea de trabajo orientada en esa dirección, culminó en 2015 un proceso de rescate e interpretación de un voluminoso conjunto de documentos históricos sobre el “arreglo de los campos”.
Entre los historiadores uruguayos del período colonial es muy conocido el problema del “arreglo de los campos”. Tal es el nombre que la burocracia de alto rango y la inteligencia rioplatense de fines del siglo XVIII dieron a un haz de problemas económicos y sociales que experimentaban los territorios de este lado del Río de la Plata, al norte y al sur del Río Negro. Algunos de esos problemas eran la matanza desenfrenada de los ganados cimarrones para sacarles el cuero, el contrabando generalizado de animales vivos y cueros hacia los dominios del Brasil portugués, el avance del latifundio y la creciente inseguridad que acechaba a la población rural, por entonces más numerosa que la población urbana. El fondo del problema radicaba en que la apertura comercial, implementada por la Corona mediante diversas reformas entre 1760 y 1778, dio lugar a un boom exportador de cueros. Las exportaciones legales de cuero por los puertos del Río de la Plata (Montevideo, Buenos Aires y Colonia) se multiplicaron por cuatro entre 1760 y 1800. El furor corambrero se dio sobre el telón de fondo de un aumento generalizado de la población de la región platense y una expansión de la frontera agraria. Los recursos naturales involucrados en la economía del cuero (ganados cimarrones, aguadas y pastos que no habían sido apropiados en forma privada) pasaron a ser objeto de feroces disputas, a pesar de su abundancia relativa al volumen de población.
Un prolongado expediente se inició en Buenos Aires en 1787 en la esfera de la administración económica del Virreinato para atender el asunto. De ese modo se instituyó un mecanismo para reunir elementos de diagnóstico sobre los llamados “desórdenes” de la campaña y así poder sugerir a las autoridades competentes el curso de acción más adecuado a la resolución de los problemas de fondo. En el marco de las prácticas técnico-políticas de la época el “expediente para el arreglo de los campos” representaba lo que actualmente sería una consultoría encomendada por una agencia del gobierno a un comité de expertos. El resultado es un conjunto documental fechado entre 1784 y 1805, organizado en dos grandes “expedientes” oficiales que juntos suman cerca de 400 fojas escritas a mano.
Su importancia histórica radica en que, además de ofrecer un registro exhaustivo y plural de los problemas que planteaba el tumultuoso crecimiento económico del período colonial tardío, en sus contenidos propositivos este conjunto de documentos constituye la primera propuesta global de política pública para el desarrollo agrario en los territorios donde hoy es nuestro país. Los historiadores uruguayos suelen mencionarlo como un antecedente ilustre de las medidas que tomó José Artigas cuando dispuso el Reglamento Provisorio de Tierras en 1815.
La diversidad de memorandos, informes y dictámenes que engrosaron los expedientes para “el arreglo de los campos” entre 1787 y 1805 convergen en torno a un puñado de percepciones y propuestas que evidentemente conformaban un cierto sentido común, tanto sobre los males del desarrollo agrario en curso como sobre sus remedios. Muy a tono con el pensamiento económico europeo del último cuarto del siglo XVIII, que crecientemente identificaba en la búsqueda del interés individual una garantía de progreso económico, los expertos rioplatenses propusieron generalizar y afirmar los derechos individuales de propiedad sobre los recursos como única forma de parar la destrucción de la riqueza, la evasión fiscal y el desorden social. Sin embargo, junto con esta orientación privatizadora los expertos y políticos de la época exhibieron un profundo anti-latifundismo que justificaron con razones tecnológicas más que de justicia social.
La idea de publicar una transcripción completa del “expediente para el arreglo de los campos” surgió hace 10 años, al constatar la riqueza de sus materiales de forma directa. Su concreción fue posible gracias a la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Universidad de la República, que financió durante 2013-2014 el proyecto de investigación “Caracterización socio-demográfica y económica de las comunidades pre-industriales de la Cuenca del Plata, 1760-1860: Segunda Parte” en cuyo marco se llevó a cabo la transcripción completa de los documentos. Acaba de ser publicado en formato de libro en la Colección Clásicos Uruguayos del Ministerio de Educación y Cultura como el Vol. 199.