-- Ivone Perazzo, Gonzalo Salas, Eliana Sena
¿Por qué es relevante el tema?
En la primera infancia, definida como el periodo que va desde la gestación hasta los seis años de vida, los niños tienen la capacidad de desarrollar un gran número de habilidades que los acompañarán en el curso de sus vidas, potenciando sus posibilidades de alcanzar un mayor bienestar en la adultez. Tanto desde las ciencias biológicas como sociales, diversos estudios han señalado que la primera infancia brinda una oportunidad única para reducir brechas en el desarrollo infantil, que se producen muy temprano en la vida, y están fuertemente afectadas por los contextos en que los niños crecen.[1]
Si bien el desarrollo infantil se encuentra afectado por múltiples factores, sobre todo cuando los niños son muy pequeños, los patrones de crianza y el ambiente familiar son particularmente relevantes.[2] No existe consenso sobre una única manera en que los padres deben actuar, no obstante, la evidencia disponible indica que una crianza afectiva y estimulante impacta positivamente en el desarrollo cerebral del niño. Asimismo, prolongadas y profundas situaciones de negligencia durante la infancia y experiencias no estimulantes pueden estar asociadas a menores habilidades verbales y matemáticas, problemas físicos y motores, problemas de comportamiento y más pobres habilidades sociales, e, incluso, a problemas psiquiátricos.[3]
Pero la naturaleza de la relación entre prácticas de crianza y desarrollo infantil aún no es clara. Si bien es creciente la cantidad de estudios sobre el tema, la forma en que se vinculan es difícil de capturar, debido a que la calidad y cantidad de tiempo dedicado por los padres a sus hijos y los desempeños del niño interactúan y se afectan mutuamente, cambiando a lo largo de los años.
¿Cuál es el objetivo del trabajo?
El principal objetivo es aportar evidencia sobre la forma en que se relaciona el desarrollo infantil y las prácticas de crianza teniendo en cuenta la posibilidad de que ambos se afecten mutuamente, aspecto escasamente explorado en países con bajo desarrollo relativo. Si bien los datos disponibles no permiten establecer relaciones de causalidad entre las variables analizadas, se aproximan diversos modelos que permiten describirlo en profundidad y establecer hipótesis fuertes sobre la forma en que se relacionan.
En particular, se analiza cómo interactúan las prácticas de crianza y los problemas externalizados e internalizados de los niños. Se explora si el vínculo cambia cuando se consideran distintos problemas de desarrollo, y si tal vínculo se encuentra mediado por los rasgos de personalidad de la madre.
Datos e indicadores utilizados
Uno de los principales obstáculos para abordar este tema es la dificultad para construir indicadores que permitan medir prácticas de crianza y desarrollo infantil, a lo que se suma la falta de datos adecuados a nivel poblacional. En Uruguay, disponemos de la Encuesta de Nutrición, Desarrollo Infantil y Salud (ENDIS) realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), que provee información inmejorable para este abordaje. Esto se debe tanto a su carácter longitudinal, es decir, se realizan varias visitas a las mismas personas (en 2013 y 2015 en el caso de la ENDIS), como a la variada información que releva.
El tipo de crianza es aproximado de dos formas. Por un lado, se utilizan las opiniones y creencias de los padres sobre diversas prácticas de crianza. Dentro de los indicadores que se pueden construir utilizando estas creencias, el que se analiza con mayor detalle es el que se denomina estilo autoritario, que se basa en la obediencia de los niños y el uso frecuente del castigo para regular la conducta de los mismos. Por otro lado, se considera la Escala de Observación del Entorno y Ambiente Familiar (HOME) que permite aproximarse a la calidad del ambiente familiar a partir de la observación, que realizan técnicos especializados, de las interacciones que se producen entre padres e hijos. Las preguntas disponibles en la ENDIS permiten construir dos indicadores basados en la observación: receptividad y aceptación. La subescala de receptividad indica si el cuidador responde verbalmente al niño, lo elogia, y es físicamente afectuoso, la subescala de aceptación mide cómo los padres manejan la conducta del niño y permite evaluar las prácticas severas tales como si el cuidador grita o golpea al niño durante la entrevista.
Las creencias pueden estar moldeadas por normas culturales que establecen el deber ser, por lo que el primer grupo de indicadores puede capturar aspectos distintos de las prácticas de crianza que los que se desprenden de la observación directa del ambiente del hogar.
Para la medición del desarrollo infantil, se utiliza una prueba psicométrica avalada a nivel internacional, el CBCL, que permite identificar problemas socio-emocionales que pueden estar asociados, por ejemplo, a la falta de atención y conducta agresiva (problemas externalizados), y a la ansiedad, el repliegue o el aislamiento (problemas internalizados).
Un aspecto relevante de la base de datos disponible es que la información sobre prácticas de crianza y otros factores relevantes como los rasgos de personalidad, solo se encuentran disponibles en relación al cuidador principal del niño, que generalmente es la madre, por lo que el trabajo se centra en este vínculo.
Principales resultados
Se encuentra que los problemas externalizados presentan un vínculo más fuerte con prácticas de crianza basadas en el castigo y con un estilo de crianza autoritario. De hecho, existiría una relación de reforzamiento entre estas prácticas de crianza y los problemas del niño, sobre todo los externalizados. Esto significa que las madres con prácticas y creencias más autoritarias, ante problemas socio-emocionales del niño, reaccionan reforzando sus prácticas y creencias.
El sexo del niño parece determinar especialmente la forma en que los hogares adaptan sus estrategias de cuidado cuando los niños presentan problemas de desarrollo, reaccionando de distinta forma en función de la combinación sexo/problema. En particular, se encuentra que la relación entre problemas externalizados o internalizados y el estilo autoritario es más intenso en el caso de los varones. En lo que refiere a la educación materna, el resultado es el esperado, esto es, un mayor nivel educativo reduce las creencias en prácticas autoritarias. Asimismo, el vínculo entre el estilo autoritario de la madre y los problemas externalizados del niño está influenciado positivamente por el grado de inestabilidad emocional de la madre.
Implicancias de política
La evidencia que surge de este trabajo se encuentra en línea con la hipótesis de que existen procesos de retroalimentación entre las prácticas de crianza y los problemas de desarrollo de los niños que amplifican las desigualdades, asociadas a lo que en la literatura se conoce como accidente del nacimiento. En los casos donde esto ocurre es sustancial que las intervenciones públicas se concentren en etapas muy tempranas de la vida, por tanto, es necesario incorporar estos aspectos a la hora de pensar el mejor diseño de las políticas públicas. Es el caso de aquellas políticas que están orientadas a incidir en la estimulación que los padres brindan a sus hijos, y que, por ejemplo, están basadas en visitas de profesionales a los hogares. En estos casos sería posible estandarizar procedimientos para una rápida identificación de estos riesgos, que permita un abordaje sistemático que rompa con este círculo vicioso de la desigualdad.
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[1] Heckman et al. (2006); Cunha et al. (2010); Heckman et al. (2013); Schady et al. (2015).
[2] Del Bono et al. (2016); Mustard (2003); Todd y Wolpin (2003).
[3]Cunha et al. (2006); Heckman (2008).
Referencias
Cunha, F., J. Heckman y S. Schennach (2010). “Estimating the technology of cognitive and noncognitive skill formation”, Econometrica, 78(3), 883-931.
Del Bono, E.; Francesconi, M; Kelly, Y. y Sacker, A. (2016). Early maternal time investment and early
child outcomes. The Economic Journal, vol. 126, pp. F96-F135.
Heckman J., J. Stixrud, y S. Urzua (2006). “The effects of cognitive and noncognitive abilities on labor market outcomes and social behavior”, Journal of Labor economics, 24(3): 411-482
Heckman J., Pinto R., y Savelyev P. (2013). “Understanding the mechanisms through which an influential early childhood program boosted adult outcomes”, The American Economic Review, 103(6): 2052-2086.
Mustard F. (2003). "Desarrollo infantil inicial: salud, aprendizaje y comportamiento a lo largo de la vida". Primera infancia y desarrollo. El desafío de la década, págs. 85-96
Schady, N., J. Behrman, M.C. Araujo, R. Azuero, R. Bernal, D. Bravo, F. López-Boo, K. Macours, D. Marshall, C. Paxson, y R.Vakis (2015). “Wealth gradients in early childhood cognitive development in five Latin American countries”, Journal of Human Resources, 50(2), 446-463.
Todd, P y Wolpin, K. (2003). On the specification and estimation of the production function for cognitive
achievement. Economic Journal, vol. 113(485), pp. F3-33.