--Joaquín Toledo
La economía es demasiado importante para dejarla en manos de los economistas[1]
Con esta frase comienza un libro que se describe a sí mismo como un manual de economía (Economics: the user’s guide, es su título en inglés) para los tiempos que corren. Sin embargo, este escrito puede ser leído como una herramienta para pensar la disciplina económica y cuestionar las formas de hacer economía. Un libro que desde los pasillos de la academia desnuda el poder de los economistas y apunta contra el abuso de ese poder, su posición social, así como el papel determinante que adquirió la economía como disciplina inserta en el sistema capitalista.
Desde su posición como reconocido docente en la Universidad de Cambridge y autodefinido como defensor desencantado del capitalismo, Ha-joon Chang pretende desmontar y cuestionar varios mitos y supuestos en torno a la disciplina económica. En las siguientes líneas me concentraré en dos ideas fundamentales propuestas en el libro. En primer lugar, Chang reivindica el espacio clave de la historia para entender los procesos económicos y sociales, y apunta contra cierta forma de hacer economía donde ésta se revela como una disciplina atemporal y sin contexto. En segundo lugar, el autor hace un llamado a desmonopolizar la disciplina, reconocer las múltiples formas de hacer economía e incluso promoverlas. La economía neoclásica, que hoy ocupa el espacio central, no es necesariamente sinónimo de economía y es importante reconocerlo para dejar espacio al desarrollo de otras escuelas.
Leo, luego existo
Uno de los elementos a destacar del autor es el lugar privilegiado que le otorga al estudio de la historia económica para entender los fenómenos actuales, a la vez que denuncia que la mayor parte de los economistas desestiman esta materia. Su punto, sencillo y efectivo, es que estudiar la historia salva vidas. Los experimentos de desarrollo económico se han tomado millones de vidas, desde el desarrollismo soviético hasta las políticas de austeridad del capitalismo. Los economistas y quienes dictan las políticas económicas deben tener el mandato ético de no arriesgar millones de vidas por no haber prestado suficiente atención a la historia económica.
Otra de las razones que se esgrime es que los procesos históricos son puestos como ejemplos para argumentar posturas políticas, tal es el caso de quienes quieren imponer el libre mercado señalando que Gran Bretaña y Estados Unidos fueron exitosos gracias a ello. Sin embargo, Chang desarma completamente ese argumento mostrando que incluso en la edad dorada del capitalismo, la “receta” de los países desarrollados fue un fuerte proteccionismo acompañado de una agresiva política industrial.
Chang cree que interpretando la historia es posible cuestionar varias sentencias que el capitalismo y el neoliberalismo dan como ciertas, principalmente recetas para los países en desarrollo. A pesar de que los países desarrollados nos dicen que los impuestos y el Estado son males de nuestros tiempos, el período de mayor crecimiento de la historia se hizo en un marco de altas tasas impositivas y un papel decisivo del Estado en la economía. El derrotero de ejemplos continúa hasta llegar a una de las mayores paradojas del neoliberalismo. Ronald Reagan, ex-Presidente de Estados Unidos en los años ochenta, fue el mayor exponente de la conocida teoría del derrame que se basa en dos postulados elementales: a los ricos se les sacan impuestos para que trabajen más, generen riqueza y, por transitiva, esta riqueza “derramará” en forma de mayor consumo y puestos de trabajo para los pobres. A los pobres se les recortan los subsidios y se reduce el salario mínimo para incentivar el esfuerzo. Pero Chang se pregunta, no sólo a propósito de la revisión histórica, “¿por qué hay que enriquecer todavía más a los ricos para que trabajen más arduamente y empobrecer aún más a los pobres con el mismo propósito?”.
Por otra parte, resulta fundamental revisar la historia para entender quiénes han sido los ganadores y perdedores, y cómo los ganadores han impuesto su visión sobre el mundo. Tal es el caso del resultado de la caída del muro de Berlín, el final de la guerra fría y la expansión sin límites (aparentes al menos) del capitalismo en su peor versión: el neoliberalismo. En el terreno de la geopolítica este hecho fue tan aplastante que incluso pensadores modernos como Francis Fukuyama se animaron a anunciar que había llegado “el fin de la historia”, refiriéndose al triunfo del libre mercado y que “por fin habíamos logrado identificar, sin temor a equivocarnos, el mejor sistema económico: el capitalismo”. Lastimosamente para quienes promulgaron estos postulados, luego de un período de expansión y relativa estabilidad del neoliberalismo, los años 2000 fueron devastadores para el capitalismo global. Después de la brutal crisis del 2008, Chang afirma que volvieron las mismas ideas ortodoxas de austeridad, y que esta vez lo hacen “con sed de venganza”.
Que cien flores florezcan[2]
De diversas formas, todos los argumentos se van dirigiendo a la tesis sobre la heterodoxia: no hay una sola forma de hacer economía. El punto es que más allá de dónde te ubiques y a partir de qué fundamentos hagas economía, es importante saber que no hay una única manera y nadie puede declarar tener el “monopolio de la verdad”. La escuela neoclásica desdibujó estos límites e impuso la “ideología única” negando los aspectos normativos en su manera de hacer economía.
Chang realiza un esclarecedor repaso de las distintas escuelas y nos introduce con una advertencia: “probar nueve sabores diferentes de helado cuando uno pensaba que solo existía el de vainilla puede resultar un tanto abrumador” y que “cualquier disciplina que estudie a los seres humanos, incluida la economía, debe ser humilde respecto a sus poderes predictivos”.
El autor insiste sobre la idea de que ninguna de las escuelas se puede apropiar de la verdad, que todas las teorías tienen luces y sombras, pero que los desafíos actuales vuelven más vigente la necesidad de promover la “fertilidad cruzada de escuelas”, en el entendido que lo más responsable que podemos hacer es no querer aplicar un molde en cualquier situación, sino aprovechar años y años de creación intelectual para enriquecer la forma de ver el mundo.
Recapitulando
Chang se sitúa en un momento y un lugar. Entiende que la economía debe ser utilizada como una herramienta de cambio en un escenario de disputa política profunda. Para dar esta disputa, así como para ser responsables con el presente y el futuro, la historia es de lectura obligatoria. En el mismo sentido, para abrir posibilidades de entender mejor los problemas del mundo se requiere una sólida dosis de heterodoxia, rechazar las pretensiones de verdades reveladas que implican que una sola manera de mirar las cosas sirve para todas las situaciones e impulsar cierta fertilidad cruzada de ideas.
En definitiva, en este libro Chang describe y analiza conceptos de la economía entre referencias literarias e históricas, siempre encuentra un lugar incómodo donde, a través del humor, marcar sus diferencias políticas con decisiones y personajes de la historia. Estos elementos vuelven a este libro un medio de difusión poderoso, un manual de historia económica y principalmente un mensaje optimista donde un mundo más justo es posible, necesario y urgente.
[1] Esta entrada al Blog es una adaptación de una reseña realizada en 2019 para el curso de Maestría en Economía (FCEA-UdelaR) “Objeto y Método de la Economía”
[2] Frase acuñada por Mao Zedong pero comúnmente utilizada como referencia a la proliferación científica y de ideas.