--Federico Caporale
Motivado por la crisis financiera global desatada hace algo más de una década y por la falla de los modelos económicos tradicionales a la hora de predecirla, Alan Kirman, con su libro Complex Economics: Individual and Collective Rationality (2010), realiza un importante aporte a la discusión sobre la forma en que los individuos son considerados en la modelización económica.
La principal crítica que el autor realiza a la teoría mainstream es su asunción de que los individuos actúan de forma aislada, interactuando entre ellos únicamente por intermedio del sistema de precios. Esto, junto a los axiomas de racionalidad impuestos sobre las preferencias de los individuos, facilita el abordaje del comportamiento a nivel agregado, ya que permite que este sea visto como la simple suma de los comportamientos individuales, o que resulte válida la adopción de un agente representativo que facilite la resolución de los modelos. Por el contrario, dado que existe evidencia que cuestiona los axiomas de racionalidad –proveniente principalmente de la economía del comportamiento-, que las capacidades de razonamiento de los individuos no son infinitas y que los agentes económicos no actúan de forma aislada, Kirman sugiere avanzar hacia una modelización que tenga como “motor central de la economía” a la interacción y la interdependencia entre los agentes, pasando a entender la economía como un sistema complejo, interactivo y adaptativo, que tenga en cuenta la importancia que tienen el contagio, la interdependencia, la interacción, las redes y la confianza que existen entre los individuos. El autor se encuentra a favor de una modelización que considere que los agentes tienen capacidades de razonamiento limitadas, por las cuales en lugar de tomar sus decisiones optimizando lo hacen de forma adaptativa, y que además actúan en un entorno limitado, recibiendo la mayoría de la información necesaria para la toma de decisiones de parte de los individuos con los que interactúan.
Una de las principales interrogantes que surge en este punto es si las propiedades deseables a nivel agregado pueden ser alcanzadas si se abandona a los individuos perfectamente racionales que actúan de forma aislada y se pasa a considerar a agentes racionalmente limitados que interactúan entre sí. Ante esta interrogante, Kirman responde afirmativamente, y muestra, mediante varios ejemplos reales, cómo la agregación de individuos que presentan reglas de comportamiento simples y diferentes entre sí puede derivar en un comportamiento agregado sofisticado.
El primer ejemplo que plantea Kirman son los mercados de pescado de Marsella (Francia) y Ancona (Italia). En el primero, las transacciones ocurren en pareja y los precios no son publicados, mientras que el segundo se organiza en base a subastas, sin interacción personal entre compradores y vendedores. En ambos, Kirman encuentra que no existe una relación clara entre precios y cantidades transadas a nivel individual. Sin embargo, a pesar de que los mercados se organizan de forma totalmente diferente, algún tipo de coordinación emerge, encontrándose en ambos una relación agregada negativa entre precio y cantidad, propiedad estándar esperada para una función de demanda. Esta propiedad agregada emerge de la interacción entre los individuos, y no del comportamiento a nivel individual.
El siguiente ejemplo se centra en las dificultades que presenta la teoría económica para explicar los grandes puntos de inflexión que presentan las series financieras. Según argumenta, estas dificultades se deben a que, al no incluir la comunicación, interacción y comercio que existe entre los individuos, la teoría estándar explica los cambios de tendencia como consecuencia de un cambio real, una modificación en los fundamentos de la economía que alteró la senda de equilibrio. En cambio, un modelo que tenga en cuenta la interrelación existente entre los individuos tendría mayor facilidad para explicar estos cambios abruptos en el sector financiero, puesto que los interpretaría como reflejos de un proceso endógeno y no como consecuencia de un shock exógeno que cambió repentinamente los fundamentos económicos.
El tercer ejemplo considerado por Kirman es un caso de provisión de bienes públicos. Si bien en la aproximación tradicional, la teoría de juegos, los individuos reconocen que el comportamiento de los demás tiene consecuencias sobre el resultado propio, se señala como problemático el hecho de que los jugadores siguen reglas nada simples al interactuar, como la de “conocimiento común”: la lógica infinita de que un individuo sabe que el otro es racional, sabe que el otro sabe que él también lo es, y así sucesivamente. Así, Kirman impulsa nuevamente la idea de que la coordinación es un fenómeno que emerge de la interacción entre los individuos, en lugar de surgir de su sofisticado poder de razonamiento. En el juego repetido una cantidad finita de veces que se presenta, el equilibrio de Nash no es único, aunque todos ellos requieren de idéntica suma total de contribuciones. El resultado al que se arriba se encuentra alineado a su idea de coordinación como fenómeno emergente, ya que, si bien a medida que aumenta el número de repeticiones del juego se tiende hacia el equilibrio de Nash a nivel agregado, esto no sucede ni a nivel individual ni a nivel de subgrupos. Nuevamente, el resultado encontrado señala que observar un comportamiento agregado “adecuado” no permite concluir que los mismos fueron originados por comportamientos similares a nivel individual.
Finalmente, el último ejemplo planteado es un modelo de segregación residencial. Mediante el mismo, también se halla que lo que ocurre a nivel macroeconómico puede no reflejar lo que sucede a nivel individual. En este caso, el autor encuentra que preferencias individuales muy leves por tener vecinos de igual etnia pueden derivar en segregación total a nivel agregado, es decir, la interacción entre los individuos deriva en un resultado agregado no intencional.
Los cuatro ejemplos presentados por Kirman muestran resultados agregados complejos que difícilmente podrían ser interpretados mediante modelos que ignorasen las redes existentes entre los individuos, como lo son aquellos que consideran un agente representativo. A pesar de que actualmente este tipo de modelización se encuentra bastante extendido, Hands (2016) explica que esto no fue históricamente así, sino que rara vez se modelaba de esta forma. Dicho autor cita a Arrow (1986), quien argumenta que la consideración de un agente representativo es extremadamente peligrosa, ya que rechaza una asunción fundamental de la economía como las ganancias del comercio consecuencia de las diferencias individuales, además de ignorar aspectos importantes como la distribución del ingreso.
Para finalizar, quisiera destacar algunos aspectos señalados por Kirman en Complex Economics que considero relevantes. Como afirma el autor en varios pasajes del libro, los temas abordados no son nuevos; la importancia de la interacción entre los agentes ha sido tenida en cuenta tanto en economía como en otras ramas de conocimiento. A pesar de esto, señala que no es algo aceptado ampliamente en economía, y que el desarrollo de modelos que incorporen dichos aspectos no es sencillo, tanto porque hasta el momento no existe un paradigma que pueda rivalizar con el actual en términos de completitud y elegancia, como por un componente de inercia asociado al conocimiento sobre el desarrollo y resolución de los modelos actuales, así como el intento de preservar un sistema de formalismos matemáticos intensamente desarrollado. Esto no quita, sin embargo, que los temas abordados en el libro no sean de relevancia, siendo probable que puedan llegar a influir de fuerte manera sobre la modelización económica en un futuro.
La versión completa de la reseña puede descargarse aquí.
Referencias:
Hands, D.W (2016). Conundrums of the Representative Agent, mimeo, Department of Economics, University of Puget Sound.
Kirman, A. (2010). Complex Economics: Individual and Collective Rationality. The Graz Schumpeter Lectures. Disponible en: http://www.vcharite.univ-mrs.fr/~nobi/book.pdf