--Adrián Rodríguez Miranda, María de las Mercedes Menéndez
¿Por qué es relevante el tema?
La búsqueda de explicaciones en torno a las diferencias existentes en el desempeño económico de los países y regiones ha sido una de las principales preocupaciones de la economía. Según la teoría neoclásica, los países o regiones de menores ingresos se aproximan a los de mayores ingresos como resultado natural de que el cambio técnico es exógeno y que el capital se puede mover libremente entre regiones con similares preferencias y tecnología (Michelis y Neaime, 2004). Posteriormente, los modelos de crecimiento endógeno y de la Nueva Geografía Económica (NGE) rechazan la hipótesis de convergencia, demostrando la existencia de especialización productiva regional y de concentración espacial de la actividad económica y el crecimiento (Gardiner et al., 2004). En línea con los modelos de crecimiento endógeno, la teoría de desarrollo territorial pone sobre la mesa la complejidad del crecimiento y del cambio estructural[1], debido a que los determinantes de estos procesos se encuentran condicionados por la propia organización económica, social e institucional del territorio (Vázquez Barquero, 2005). Por lo tanto, en el desarrollo territorial no existen recetas y cada territorio debe encontrar su propio sendero de desarrollo.
Con respecto a los procesos de convergencia/divergencia de los países o regiones, no existe unanimidad en la literatura acerca del efecto del cambio estructural sobre los mismos. La evidencia empírica muestra diferentes resultados según el país o región económica y el período de tiempo analizado, por lo que estos análisis tendrían una mayor utilidad e importancia en cuanto a su aporte para comprender mejor la dinámica del proceso económico nacional y regional dentro de un determinado contexto histórico, social y territorial.
Para el caso de Uruguay, las recientes estimaciones de VAB por departamento de Rodríguez Miranda y Goinheix (2018) contribuyen a demostrar la existencia de diversas y cambiantes dinámicas territoriales en el país durante diferentes períodos de estudio (Rodríguez Miranda y Goinheix, 2018; Martínez-Galarraga et al., 2020), al tiempo que confirman ciertas persistencias que estarían denotando rasgos estructurales muy vinculados a la dimensión territorial. En este sentido, dado que hay puntos de partida diferentes y condiciones estructurales diversas, sería esperable encontrar que los períodos de bonanza económica no tengan impactos homogéneos en las distintas regiones del país. A su vez, también resulta de interés conocer si el crecimiento económico a lo largo del período de estudio ha impactado o no en la transformación estructural del VAB departamental, por ejemplo, transformando economías históricamente de base primaria hacia sectores secundarios y/o terciarios.
Objetivos
El objetivo principal de esta investigación es identificar la existencia de desigualdades entre los distintos departamentos de Uruguay y analizar su relación con el crecimiento económico y el cambio estructural durante el período 1983-2017.
El documento procura analizar tres aspectos: 1) la desigualdad regional desde una perspectiva de largo plazo, en particular, durante el último proceso de crecimiento económico del país entre 2004 y 2017; 2) el crecimiento económico a nivel nacional y su expresión a nivel territorial y 3) la contribución del cambio estructural al crecimiento económico regional.
Metodología y fuentes
En lo que respecta a los aspectos metodológicos de la investigación, se propone una serie de indicadores dinámicos (convergencia beta y sigma) y estáticos (índices de Theil, Gini y Herfindahl-Hirschman) para estimar si hay o no convergencia regional (departamental). Además, se realiza un análisis descriptivo y de las trayectorias de cada departamento respecto a la evolución de su VAB per cápita, su participación relativa en el VAB nacional, así como los cambios en sus estructuras productivas. En relación con esto último, se propone la metodología shift-share como forma de testear la presencia o no de cambio estructural.
Las fuentes de datos utilizadas sobre VAB departamental refieren a estimaciones recientes en Rodríguez Miranda y Goinheix (2018) y la información oficial disponible en el Observatorio Territorial Uruguay (OTU) de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto de Presidencia (OPP). Para aplicar la metodología shift-share se recurre a la Encuesta Continua de Hogares del INE (ECH) para estimar el número de personas ocupadas en el sector primario, secundario y terciario.
Conclusiones
En primer lugar, durante el período analizado se produce una caída de la desigualdad regional (departamental). Sobre todo, en los dos sub-períodos de estabilidad y crecimiento económico analizados, uno en los noventa y otro en los dos mil, el crecimiento contribuye, en general, a una caída de la desigualdad entre departamentos.
En segundo lugar, más allá de la situación general (el promedio), el impacto del crecimiento económico y de sus ciclos no tuvo efectos homogéneos a nivel territorial. Los efectos del crecimiento sobre las diferentes economías departamentales depende, en gran medida, por un lado, de las bases productivas que impulsaron a cada modelo nacional de crecimiento económico y de las políticas públicas al respecto en cada período analizado y, por otro lado, de las condiciones del contexto internacional. De esa forma, el modelo de crecimiento de los noventa favoreció más a Montevideo y a los departamentos vinculados con la economía argentina (especializados en comercio, turismo y servicios logísticos). Por lo tanto, en este período se puede ver con mayor precisión una “L” del desarrollo, conformada por los departamentos del litoral fronterizos con Argentina y un eje costero sur entre Colonia, Montevideo y Maldonado. Por el contrario, el modelo de crecimiento de los dos mil “engrosa” la parte baja de esa “L”, que pasa a abarcar al centro y centro-este del país, y va "recortando" la parte alta (debido a procesos de retroceso en el alto litoral, Salto y Paysandú, que confirman una tendencia decreciente que ya venía desde los 1990s) haciendo que la "L" alcance menos a la zona norte del país. En consecuencia, en los dos mil el desarrollo económico regional pasó a mostrar una dinámica más diferenciada entre el sur y suroeste (más desarrollado) y el noreste (menos desarrollado). A su vez, se vuelve a confirmar que la región con mayor atraso relativo es la zona fronteriza con Brasil, aunque hay algunas economías (Rivera y Tacuarembó) que han mostrado en los 2000 un importante desarrollo de nuevas industrias (madera) y una modernización de las cadenas de agroindustrias tradicionales. Todavía queda camino por recorrer en esa región del país.
Figura 1-VAB per cápita (valor promedio para cada sub-período; UY=100)
En tercer lugar, durante el período de estudio no hubo cambio estructural que acompañe a los procesos de crecimiento económico nacional y regional en Uruguay. En cambio, se observan procesos muy relevantes de mejora de la productividad, lo que determina que, sin cambiar estructuras productivas, no se sigue haciendo lo mismo. Es decir que, el agro, la agro-industria, los servicios productivos, la logística y el turismo no son los mismos sectores de un período a otro. Sufren transformaciones muy relevantes que suponen innovaciones, incorporación de tecnología y nuevas formas de organizar la producción y la comercialización. Esto se aprecia claramente en el período de crecimiento de los dos mil con el nuevo desarrollo de las cadenas agroexportadoras y del agro negocio, lo que transformó totalmente las lógicas productivas y sus expresiones territoriales en el país (Martínez et al., 2019).
Dicho lo anterior, la falta de cambio estructural señala que la dependencia del sector agrícola y la agroindustria, o si se quiere de los recursos naturales, se mantiene como el rasgo característico del país. Esto es un dato de la realidad, y seguramente señale la necesidad de seguir desarrollando políticas que puedan extraer el máximo potencial de estas actividades basadas en recursos naturales (con la innovación como norte y la sostenibilidad como buque insignia). No obstante, lo anterior no debería inhibir la discusión sobre la posibilidad de poder hacer apuestas a sectores no basados en recursos naturales y considerar estrategias complementarias de cambio estructural, al menos para algunas regiones (además de Montevideo, donde existen desarrollos no tradicionales como la industria de las TICs y la biotecnología).
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Referencias bibliográficas:
Michelis, L., y Neaime, S. (2004). Income Convergence in the Asia-Pacific Region, Journal of Economic Integration, 19(3), 470–498.
Gardiner, B., Martin, R., y Tyler, P, (2004). Competitiveness, productivity and economic growth across the European regions, Regional Studies, 38(9), 1045–1067.
Martínez, E., Delgado, M. y Pedrosa, R. (eds.) (2019) Lógicas territoriales del Uruguay agroexportador. Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de la República y Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medioambiente de Uruguay, Montevideo.
Martínez-Galarraga, J., Rodríguez Miranda, A., y Willebald, H. (2020, en prensa) “Patterns of regional income distribution in Uruguay (1872-2012): a story of agglomeration, natural resources and public policies”. En: Badia-Miró, Tirado-Fabregat & Willebald (ed,) Time and Space: Latin American Regional Development in Historical Perspective, London: Palgrave MacMillan
Rodríguez Miranda, A., y Goinheix, S. (2018). Estimación del VAB departamental en Uruguay y evolución en el período 1981-2011, Serie Documentos de Trabajo No, 03/2018, Instituto de Economía, Facultad de Ciencias Económicas y Administración, Universidad de la República, Uruguay.
Vázquez Barquero, A. (2005). Las nuevas fuerzas del desarrollo. Antoni Bosch Editor. Barcelona.
[1] El concepto de cambio estructural se remonta a la década del cincuenta y era entendido como un proceso de reasignación de recursos -capital y trabajo- desde los sectores de baja productividad hacia aquellos con alta productividad (Lewis, 1954). Este trabajo asume que existe cambio estructural en los departamentos cuando se verifican transformaciones en las estructuras productivas de los mismos, ganando peso en el VAB total los sectores secundarios, terciarios o ambos. A su vez, se concibe que existe cambio estructural cuando existen cambios en la productividad y de relocalización de trabajo desde los sectores menos productivos hacia los más dinámicos.