--Maria Inés Moraes
Introducción
Al igual que muchos países latinoamericanos, durante el siglo XX Uruguay desarrolló una larga tradición de estudios sobre sistemas agrarios, tradición a la que contribuyeron economistas, sociólogos e historiadores.
Este post resalta los puntos centrales de un artículo que busca abordar el auge y caída de la historiografía rural uruguaya, describiendo el ciclo de vida de lo que Lakatos llamó un programa de investigación. Este concepto proporciona una metáfora útil para comprender el auge, el apogeo y el declive de una agenda específica y un conjunto de prácticas historiográficas.
El programa de investigación nació en la década de 1950 y tuvo su etapa progresiva entre 1960-89. Durante esta etapa se escribieron obras seminales con una influencia significativa en los círculos intelectuales y políticos del país. Sin embargo, desde 1989 hasta principios del nuevo siglo, este programa pasó por lo que se llama la etapa regresiva en términos de Lakatos. La historia agraria como campo disminuyó y declinó, la investigación sobre la historia rural se desvaneció y los libros sobre el tema casi desaparecieron de las librerías. Finalmente, la decadencia del antiguo programa dio lugar a nuevas líneas de investigación sobre el pasado rural.
El núcleo del programa de investigación sobre la historia agraria de Uruguay
En la historia económica uruguaya, la economía agrícola ha jugado un papel fundamental. Uruguay es y ha sido un exportador de productos primarios, en el que los segmentos rurales de las clases dominantes han jugado un destacado papel en la historia política y social. No es de extrañar que la cuestión agraria haya tenido un importante rol en la historiografía de nuestro país.
¿Qué es la cuestión agraria? Este fue el nombre dado, en la tradición marxista, a un conjunto de discusiones teóricas sobre el camino hacia el capitalismo en los países europeos y Rusia. La cuestión agraria también se discutió en la academia latinoamericana a partir de la década de 1930, enmarcada por la creciente influencia del pensamiento marxista en académicos e intelectuales de la región después del VI Congreso de la Tercera Internacional, celebrado en Moscú en 1928 (en esa conferencia del Komintern, se planteó una tesis que calificó a la región latinoamericana de semifeudal y semicolonial). Hoy, la cuestión agraria latinoamericana está lejos de ser un campo prioritario entre los historiadores, pero, como se verá, los temas rurales no han desaparecido de la agenda.
En el caso del Uruguay de posguerra, la discusión sobre el pasado rural dio lugar a un programa de investigación completo. El núcleo de este programa consistió en dos propuestas. La primera afirmó que la economía uruguaya es subdesarrollada (o precapitalista, según el lenguaje teórico del autor) y dependiente (o semicolonial, según lo mismo). La segunda afirmó que las relaciones sociales en el campo son la raíz tanto del subdesarrollo como de la dependencia y, por tanto, estas deben cambiarse radicalmente. La eliminación de las grandes propiedades rurales, la principal fuente de explotación en el campo y las ciudades, se convirtió en un paso obvio y políticamente urgente. Cabe destacar que en Uruguay la condena al latifundio tiene antecedentes en el período colonial tardío y en las políticas del jefe revolucionario José Artigas (1811-20). Los sentimientos anti-latifundistas se mantuvieron y crecieron durante el siglo XX entre intelectuales y políticos de diferentes linajes ideológicos.
El resto de este post se centrará en la contribución al “cinturón protector” de este programa de investigación, hecho por los historiadores (con contribuciones desde la economía) durante las décadas de 1960, 1970 y 1980. En conjunto, estos aportes construyeron toda una narrativa sobre el pasado agrario uruguayo que aún está vigente. Uno de los aspectos más notables del programa fue que la narrativa histórica fue aceptada como una herramienta válida por la heurística positiva. En parte, esto fue el resultado de una especie de coincidencia metodológica entre economistas e historiadores.
La construcción del cinturón protector del programa
Cuando se completó, el cinturón protector pudo ofrecer una narrativa sobre cómo las raíces coloniales de las deficientes estructuras agrarias obstaculizaban, aún en el siglo XX, el desarrollo capitalista del Uruguay.
La historia comienza en el período colonial, cuando surgieron los latifundios y dieron origen a un sistema concentrado de tenencia de la tierra y relaciones sociales arcaicas en el campo. Posteriormente, en la segunda mitad del siglo XIX, el capitalismo rural “completo” no pudo desarrollarse porque a pesar de los muchos cambios que experimentó el campo, el sistema de tenencia de la tierra altamente concentrado persistió (o, mejor dicho, se agravó). Finalmente, a principios del siglo XX, la intención del gobierno de reformar el sistema de tenencia de la tierra fue derrotada por la clase terrateniente. Como resultado de esto, durante el resto del siglo XX la economía agraria fracasó en sustentar el capitalismo exitoso y comprometió al desarrollo del país. Los principales aportes de los historiadores al programa fueron las siguientes afirmaciones:
1) La gran propiedad rural individual (el latifundio) había sido económicamente improductiva y socialmente perniciosa desde sus orígenes, que se remontan al período colonial.
2) El mayor conflicto social en el campo uruguayo fue entre el grupo de grandes terratenientes y diversos tipos de pequeños productores y trabajadores rurales.
3) Una versión defectuosa del capitalismo agrario tomó forma a fines del siglo XIX en Uruguay, lo que lo convirtió en un país subdesarrollado y dependiente hasta el presente. Esta tesis es un punto esencial del cinturón protector, ya que conecta los latifundios del pasado con el subdesarrollo y el malestar político que caracterizaron la década de 1960 en Uruguay.
4) La clase terrateniente bloqueó las reformas agrarias que intentó el reformismo batllista del período 1903-1916
El programa completo y la llegada de la etapa regresiva
Claramente, la narrativa de la historia agraria uruguaya contaba una historia pesimista sobre la principal actividad económica del país. En pocas palabras, era una narrativa sobre cómo los latifundios y la clase terrateniente dominante a menudo habían bloqueado o disminuido la innovación, la diversificación económica y la modernización social a lo largo de tres siglos.
En la década de 1990, el programa de investigación entró en una etapa de madurez y declive; se refinaron y revisaron algunos argumentos, pero luego se abandonó la “cuestión agraria”.
Este hecho no fue ajeno a importantes cambios en el entorno académico. A fines del siglo XX, el panorama académico era muy diferente al de los sesenta. El estudio de la violencia política y las dictaduras latinoamericanas de los años setenta superó la preferencia de los historiadores. Entre los economistas hubo un creciente proceso de internacionalización, que acercó a los profesionales locales a un nuevo tipo de economista global emergente. Aunque tarde, la revolución formalista prevaleció entre los economistas, y la narrativa ya no fue aceptada como una herramienta válida en la caja de herramientas de la disciplina. Finalmente, tanto historiadores como economistas sufrieron la crisis de reputación del marxismo que se produjo después del final de la Guerra Fría.
La renovación continúa
Es de destacar que si bien el programa de investigación sobre la cuestión agraria comenzó a decaer en Uruguay, la historia agraria como campo experimentó un resurgimiento en muchos países latinoamericanos, especialmente en México, Colombia, Chile, Argentina y Brasil. En este contexto de renovación generalizada, la historia agraria uruguaya muestra un cuadro menos claro. Por un lado, la narrativa clásica del antiguo programa de investigación sigue vigente en manuales y aulas, especialmente fuera del campo de la Historia. Por otro lado, un pequeño grupo de investigadores que se ocupan de la historia agraria está forjando una renovación temática y metodológica.
Las afirmaciones que formaban el cinturón protector y ye fueron construidas por los historiadores han sido controvertidas por trabajos de los últimos 20 años. La visión tradicional de la gran propiedad individual como unidad productiva ubicua y dominante desde el período colonial ha sido modificada. Los nuevos estudios han demostrado que, en la época colonial, los territorios que componen Uruguay no estaban unidos geográfica ni económicamente ni formaban una única entidad. Hacia el norte, en un territorio extendido, a finales del siglo XVII tomó forma un sistema agrario conectado con el complejo misionero guaraní, basado en la propiedad comunal de la tierra y el ganado, y orientado a la producción de carne para el abasto de los pueblos misioneros. Hacia el sur, por la misma época se desarrolló un sistema agrario diferente, basado en la propiedad individual de la tierra y los ganados, la mano de obra familiar y el trabajo esclavo, orientado al abasto de las ciudades costera desplegadas a lo largo del Río de la Plata desde Buenos Aires hasta Maldonado y fuertemente conectadas con el Océano Atlántico, a través de las exportaciones de cueros después de 1778. La historia de los dos sistemas agrarios no puede entenderse a escala nacional, ya que no fueron nacionales ni proto-nacionales.
Al finalizar el período colonial el sistema orientado al sur estaba experimentando una serie de transformaciones que lo alistaron para convertirse, ya entrado el siglo XIX, en el motor del modelo de crecimiento impulsado por las exportaciones que acreditaría a las áreas costeras del Río de la Plata como una tierra de gran prosperidad. En contraste, al finalizar el período colonial el sistema misionero estaba en declive y sus recursos estaban siendo sistemáticamente disputados por agentes rivales.
La imagen de una estructura social rural polarizada en torno a las dos figuras centrales del terrateniente y el asalariado también ha sido objeto de matices con relación a las etapas más tempranas de la historia de estos sistemas agrarios. Si de entrada puede decirse que esa polaridad no aplica para el sistema misionero basado en la propiedad comunal, con relación a los sistemas agrarios del sur diversos trabajos han mostrado la existencia de una gran diversidad de formas de trabajo rural no-libre. La importancia del trabajo esclavo en la ganadería y la agricultura ha sido revalorizada, así como la del trabajo familiar, que sin dudas era el tipo de trabajo predominante en la campaña montevideana hasta mucho después de las guerras de independencia. En cuanto a las formas de acceso a la tierra, en el sur eran generalizadas y legalmente reconocidas, junto al latifundio, diversas formas de tenencia, usufructo y ocupación de la tierra que hacían posible la existencia de una gama bastante amplia de unidades productivas familiares, algunas de ellas con niveles destacados de capitalización.
La noción de que el capitalismo agrario nació marcado por insuficiencias o fallos de origen ha sido discutida por diversos trabajos. Ha sido controvertida la hipótesis de una dualidad entre estancieros innovadores y estancieros “tradicionales” aversos al riesgo y reacios a la innovación durante la llamada “modernización rural”. Siguiendo el hilo de un planteo formulado originalmente por investigadores del Instituto de Economía en 1996, un estudio reciente concluyó que no existió una relación estadísticamente significativa entre el tamaño de las explotaciones y la tasa de incorporación del cambio técnico durante la modernización, si no que los propietarios de tierras de todos los tamaños adoptaron el mestizaje en las regiones donde los suelos y los patrones de lluvia eran favorables. También ha sido controvertida la hipótesis del atraso tecnológico de la agricultura uruguaya durante la etapa del modelo agroexportador y se ha revalorizado el papel innovador de ciertas redes de empresarios rurales en la agricultura del mismo período.
Algunas propuestas para un final abierto
1) La nueva historia agraria analiza los sistemas agrarios. Los sistemas agrarios tienen componentes humanos y no humanos que co-evolucionan en el tiempo. Los ecosistemas no son simplemente el telón de fondo de una obra de teatro realizada por humanos, sino que también son actores y, a veces, desempeñan papeles centrales, según las preguntas del investigador.
2) La nueva historia agraria está interesada en el sistema de tenencia de la tierra, pero no se centra en el latifundio, como el programa clásico.
Después de 1850, se formó un nuevo y moderno sistema de tenencia de la tierra en todos los países latinoamericanos. Los derechos de propiedad individuales se redefinieron sobre una nueva base doctrinal como una propiedad "completa y perfecta". Los bienes comunes fueron legalmente eliminados y la tierra que había pertenecido a pueblos indígenas fue privatizada. En resumen, tanto en Uruguay como en América Latina en su conjunto, el sistema de tenencia de la tierra que funcionaba en el siglo XX no era el heredado de la época colonial, sino uno que surgió de la política liberal, capitalista y globalizada de fines del siglo XIX. Además, nuevos estudios han reunido suficiente evidencia sobre el sistema de tenencia de la tierra en la época colonial para demostrar que grandes propiedades individuales o corporativas coexistían con muchos tipos de propiedades rurales.
3) La nueva historia agraria uruguaya ya no es tarea de historiadores de un solo país, sino tarea de una comunidad regional formada por académicos argentinos, brasileños y uruguayos.
La versión completa del artículo se encuentra disponible en la Revista Historia Agraria (Nº 88, año 2020). Click aquí para acceder.