--Maximiliano Machado, Miguel Carriquiry
Introducción
La naturaleza provee una serie de servicios de los cuales nos beneficiamos los seres humanos, usualmente conocidos como servicios ecosistémicos. Dentro de éstos, los sistemas acuáticos proveen una serie de servicios en distintas dimensiones, destacándose el agua para consumo o para servicios culturales y de recreación. Si bien es ampliamente reconocido que estos servicios son valorados por la gente, su cuantificación es todavía limitada, sobre todo en Uruguay. Obtener información acerca de su valor es clave para el diseño de políticas de protección y remediación de calidad de los ecosistemas. Sin embargo, el hecho de que el precio de estos servicios no coincida con su valor – y que en muchos casos ni siquiera exista un precio – genera problemas para la elaboración de este tipo de políticas.
Dado que las políticas con objetivo de mejorar la calidad del agua son costosas, y parte de estos costos se transmiten a consumidores, es imperioso tener medidas de la disposición a pagar o el valor asignado por la población a la mejora respectiva. A diferencia de la mayoría de los productos, no existe un mercado para distintos niveles de calidad de agua, por lo que es necesario recurrir a otro tipo de técnicas para inferir ese valor. En este caso optamos por emplear técnicas de gastos defensivos (Baumol et al., 1988) para este propósito. Esto implica acercarse a la disposición a pagar de la población por agua de calidad a través de los costos en los que incurren los hogares en distintos sustitutos para el agua de cañería.
A pesar de la amplia cobertura del sistema de provisión de agua por cañería, y de que la información brindada por medios oficiales apunta a que ésta es potable, es reconocido que los hogares en Montevideo optan en forma creciente por evitar o reducir el consumo de esta fuente. El principal motivo que lleva a este cambio en las decisiones de consumo puede ser una preocupación por la salud, de forma que los consumidores busquen evitar un agua que consideran perjudicial.[1] Para solucionar este inconveniente, los purificadores y el agua embotellada aparecen como los principales sustitutos a los que acuden los consumidores en busca de agua de mejor calidad. Observando las decisiones de consumo de los individuos, esto es, cuánto gastan en los distintos métodos defensivos, es posible acercarse a un límite inferior de su verdadera disposición a pagar por agua de calidad.
A través de observaciones de estos gastos defensivos buscamos acercarnos a la disposición a pagar de la población de Montevideo por consumir agua de alta calidad percibida. Por otro lado, investigamos acerca de los factores que influyen tanto en la decisión de adopción de estos métodos defensivos como en los factores que afectan la magnitud de las erogaciones. Para esto nos basamos en una encuesta a residentes de la ciudad (realizada como parte de este estudio) entre los meses de diciembre de 2019 y enero de 2020. El hecho de que el grupo de hogares que no emplea métodos defensivos no registre un nivel de gasto genera un problema de selección muestral: solo observamos niveles de gasto para los que efectivamente gastan. Esto lo solucionamos con un modelo de selección muestral (Tobit Tipo II) (Amemiya, 1985). En la primera etapa se estima la probabilidad de adoptar alguna de las medidas defensivas y en la segunda se emplean los resultados de la primera etapa para estimar los determinantes del nivel de gasto.
Resultados
En lo que refiere a la adopción de métodos defensivos, el 73% de los hogares en Montevideo emplea alguna de las medidas. Dentro de éstas, la compra de agua embotellada resulta la más popular, siendo utilizada por el 64% de los hogares. Por otra parte, el gasto promedio mensual por persona es de $311 pesos ($7 dólares), lo que se puede traducir en un gasto anual por persona de $3,732 ($84 dólares). En términos agregados, esto implica que los habitantes de Montevideo desembolsan cerca de 111 millones de dólares para defenderse del agua de cañería.
A nivel de hogar, el gasto mensual promedio es de $797 pesos ($18 dólares al momento del análisis), lo que equivale a un 1.2% del ingreso mediano de los hogares de la ciudad (INE, 2019). Si bien este costo puede no parecer demasiado elevado, consumir estas cantidades de agua[2] directo de la canilla tendría un costo mensual extra de, como máximo, $3 dólares ($113 pesos uruguayos).[3] De esta forma, al emplear estos métodos defensivos los hogares incurren en un sobrecosto de $15 dólares mensuales, un gasto, al menos, seis veces mayor al que tendrían por consumir agua de canilla.
En lo que refiere a los factores asociados con la adopción de métodos defensivos observamos efectos de tipo socioeconómicos, de salud y de percepción hacia el agua. La probabilidad de adoptar métodos defensivos crece con el nivel de ingreso, lo cual se alinea con la idea de que este tipo de métodos suelen ser costosos. Por otro lado, luego de controlar por características como el ingreso, nivel educativo, edad y características del hogar, el hecho de tener un automóvil resulta significativo en la decisión de adopción de estos métodos. Este efecto parece ir en la línea con la idea de que el agua embotellada –el método más común – implica costos de transporte que pueden ser sobrellevados con un automóvil (Johnstone y Serret, 2012).
Aquellos hogares que declaran creer que el agua de OSE es potable son menos propensos a defenderse que los que no. Por otro lado, tanto los que creen que el consumo de agua de canilla representa algún riesgo para su salud como los que temen que esta agua la afecte son más propensos a emplear métodos defensivos. Personas que fuman – lo que puede ser pensado como un acercamiento a un escaso cuidado de la salud – son menos propensas a defenderse que las que no. Se observa también un efecto de pares, de manera que aquellos que tienen amigos cercanos que emplean métodos defensivos tienen una probabilidad más alta de defenderse que los que no.
No encontramos evidencia de efectos del nivel de satisfacción. La probabilidad de emplear estos métodos no varía entre hogares que están satisfechos con el agua que reciben y hogares que no lo están. A diferencia de lo que enuncia la literatura, no hay efecto de la presencia de niños pequeños o adultos mayores, quienes suelen necesitar consumir agua de buena calidad. Finalmente, tampoco encontramos evidencia de que la exposición a información a través de redes sociales y los distintos medios de comunicación afecte las decisiones de tratamiento del agua.
Cuando analizamos las dimensiones que afectan el nivel de gasto observamos algunos resultados similares a los anteriores. Aquellas personas de ingresos altos (superiores a los $90,000 pesos líquidos mensuales) realizan un gasto defensivo entre 30% y 50% más alto que personas de ingresos bajos (inferiores a los $35,000 pesos líquidos mensuales). No observamos diferencias entre niveles de ingreso medio y el nivel bajo. Otro factor que afecta el gasto es la presencia de tanques de agua. El hecho de que requieran limpieza periódica – generalmente con cloro – y contengan al agua estancada por largos periodos de tiempo puede generar problemas en la calidad. Aquellos hogares que tienen tanque de agua tienen un gasto mayor (entre 15% y 20%), lo que puede relacionarse con una pérdida de calidad adicional causada por los tanques.
La cantidad de personas del hogar afecta el gasto per cápita. Una persona extra reduce el gasto defensivo per cápita en 14%. El agregado marginal de una persona en el hogar puede implicar quitarle dinero al presupuesto para gasto defensivo para destinarlo a otro tipo de gastos prioritarios. Por otra parte, los hogares que consumen agua embotellada presentan un gasto mayor a los que emplean solo purificadores, siendo el gasto para los primeros cerca de 170% mayor que el de los segundos. Esto puede estar reflejando diferencias en costos entre ambos métodos. Si bien los purificadores implican un costo fijo elevado (pueden ir desde los $1,000 hasta más de $15,000), el costo marginal suele ser bajo, necesitando cambio de filtros luego de cierto periodo de tiempo o nivel de consumo.
Comentarios finales
Estos resultados representan un elemento fundamental para el diseño de políticas públicas en términos de inversiones como ser en equipamiento que mejore la capacidad de potabilización de agua, provisión de incentivos para cambiar prácticas productivas, o invertir en campañas de publicidad acerca de la calidad agua. En otras palabras, es información de base para el análisis de costo y beneficio de diferentes intervenciones posibles.
Es necesario remarcar que en este trabajo la percepción que tienen muchos de los individuos entrevistados sobre la calidad del agua que reciben es subjetiva. Muchas personas no conocen la calidad objetiva del agua y pueden verse influidos por factores como publicidad, información en medios de comunicación y redes sociales o conductas de otras personas, no reflejando necesariamente una preocupación relacionada con la salud. También en este sentido, la calidad del agua puede variar por factores como la calidad de las cañerías o el tratamiento que recibe en distintos puntos de la ciudad, lo cual es muy difícil de medir.
Si bien este trabajo no busca proponer políticas públicas, puede ser tratado como un insumo clave para su formulación. El hecho de que más del 70% de la población de Montevideo dedique parte de sus ingresos al consumo defensivo estaría indicando que la mayoría de los residentes considera que el agua suministrada no tiene una calidad adecuada para ser bebida de manera directa. Si el agua sufre efectivamente de pérdidas de calidad, mejorar el sistema de provisión de agua, haciendo que los hogares no deban depender de agua embotellada o filtrada, puede tener parte del costo traspasado a los hogares. Los hacedores de política podrían emplear estas cotas inferiores de la disposición a pagar como una línea de base para fijar futuros precios por la provisión de un mejor sistema de agua. En caso contrario, donde el agua no tenga una pérdida de calidad objetiva y el consumo sustituto se deba a problemas de percepción de los consumidores, una campaña publicitaria podría representar una política conveniente.
Click aquí para acceder al Documento de Trabajo.
Referencias
Amemiya, T. (1984). Tobit models: A survey. Journal of econometrics, 24(1-2), 3-61.
Baumol, W. J., Oates, W. E., Bawa, V. S. & Bradford, D. F. (1988). The theory of environmental policy. Cambridge university press.
Dupont, D. P., & Jahan, N. (2012). Defensive spending on tap water substitutes: the value of reducing perceived health risks. Journal of water and health, 10(1), 56-68.
Johnstone, N., & Serret, Y. (2012). Determinants of bottled and purified water consumption: results based on an OECD survey. Water Policy, 14(4), 668-679.
[1] Podría pensarse también en motivos relacionados con atributos físicos del agua como sabor u olor, pero no relacionados con la salud.
[2] Según los litros que declaran consumir aquellos hogares que compran agua embotellada.
[3] De acuerdo a las tarifas de OSE para el año 2019 el consumo de entre 0 y 5,000 litros de agua tiene un costo de $112 pesos uruguayos. Los hogares conectados a OSE no tendrían un costo extra por consumir estas cantidades de agua, salvo se encuentren cercanos al límite de los 5,000 litros. La siguiente franja de consumo, entre 5,000 y 10,000 litros tiene un costo de $113 adicionales.