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El Uruguay que viene: apuntes económicos para el próximo gobierno _Grupo Desigualdad y Pobreza

El Uruguay que viene: apuntes económicos para el próximo gobierno

Una vez más, como cada cinco años y en víspera de un nuevo cambio de administración se reeditan, con distintos énfasis aquí o allá, debates económicos que aún resuenan de campañas anteriores, porque continúan siendo de vital relevancia para Uruguay.

Por eso, desde el Departamento de Economía de FCEA nos proponemos acercar a la población algunas reflexiones sobre diagnósticos y desafíos en diferentes temas claves de la economía uruguaya. En esta serie de preguntas y respuestas, investigadoras e investigadores del Instituto de Economía abordan cuestiones cruciales para pensar el futuro económico del país, en base a las diferentes líneas de investigación desarrolladas en el Instituto.

  

 

Tema: Desigualdad y Pobreza - Grupo: Desigualdad y Pobreza

El grupo de Desigualdad y Pobreza tiene por objetivo contribuir a la mejor comprensión de los problemas distributivos y al estudio de las múltiples dimensiones del bienestar y la privación. Procura aportar a la comprensión de su evolución, dinámica y fundamentos, así como al análisis, evaluación y diseño de las políticas públicas asociadas a estos fenómenos.

Con el fin de responder por qué es importante poner foco sobre la desigualdad y la pobreza, Martín Leites y Elisa Failache responden a las siguientes preguntas, planteando algunos desafíos centrales para el gobierno que viene.

¿Por qué la desigualdad y la pobreza son relevantes desde el punto de vista económico?

Los problemas distributivos, son un tema de enorme relevancia desde el punto de vista económico y suele ser uno de los principales desafíos que enfrentan los países en desarrollo. Encontramos dos tipos de argumentos que sostienen esta afirmación, los normativos y los instrumentales.

Desde el punto de vista normativo, la desigualdad y la pobreza son relevantes por razones de justicia y equidad. Si bien existen diferencias entre personas y sociedades, la pobreza y desigualdad suelen ser consideradas “males”. Es decir, las personas poseen criterios éticos que los conducen a no tolerar ciertas desigualdades y situaciones de pobreza, y estar dispuestos a contribuir para reducir estos problemas. Cuanta relevancia le dan al problema y los esfuerzos que estén dispuestos a realizar, dependen del ideal de justicia que persigue cada sociedad y en general se asocia con los arreglos institucionales, las costumbres, valores, la cultura e instituciones en general. Percibir a la pobreza y la desigualdad como males implica que tienen una incidencia directa en el bienestar de las personas. Es decir, los estudios indican que las personas tienen menos bienestar, están felices o satisfechas, cuando viven en contextos de alta desigualdad o con alta incidencia de pobreza. La relevancia de este aspecto es reconocida en los Índices de Desarrollo Humano del PNUD, donde se entiende que una sociedad es más desarrollada, cuando tiene menores niveles de desigualdad y establece acuerdos básicos de cómo distribuir los frutos del crecimiento.

La desigualdad y la pobreza son relevantes como un medio. Las desigualdades tienen efectos en las tasas de crecimiento de los países. Un argumento es que la desigualdad es buena, porque genera a los agentes señales más adecuadas para el crecimiento (un efecto incentivo). El contraargumento, es que algunas desigualdades afectan negativamente la eficiencia con que se asignan los recursos. Sobre el vínculo entre desigualdad y crecimiento, existe cierta controversia. Algunos estudios que comparan el crecimiento de los países sugieren que las desigualdades que se perciben como injustas y persisten a lo largo de las generaciones, se asocian con menores tasas de crecimiento. Por ejemplo, desigualdades extremas explicadas por la discriminación en el mercado de trabajo suelen desestimular algunos comportamientos, reforzando su persistencia y generando pérdidas de eficiencia a nivel agregado.

La desigualdad y la pobreza se asocia con menores niveles de acumulación de capital humano. Esto afecta el bienestar individual y también el colectivo, por las pérdidas de las ganancias de bienestar asociadas a las externalidades positivas que implica la mejora de los niveles de educación promedio.

La mayor desigualdad está asociada con menores oportunidades y posibilidades de movilidad ascendente. La desigualdad y la pobreza suele estar asociada con instituciones de menor calidad o un funcionamiento inadecuado. Estados con menor capacidad para responder a las necesidades de la población (en términos de servicios y cuidado de medio ambiente), una menor cohesión social, la pérdida de confianza interpersonal y el debilitamiento del funcionamiento del sistema democrático.

Finalmente, la desigualdad y la pobreza se asocia directamente con peores desempeños en otras dimensiones, como la salud, los logros educativos, participación activa en la sociedad y el ejercicio pleno de los derechos.

¿Cuáles son las principales tendencias de estos problemas?

Al analizar los datos de pobreza de ingresos, se observa que alrededor del 10% de personas se encuentran en situación de pobreza, y esta cifra se duplica si nos concentramos en las personas menores de 6 años, mostrando que la pobreza es dramática en la infancia, sobre todo por lo que eso implica para las trayectorias futuras de esos niños y niñas.

Cuando miramos los datos de desigualdad de ingresos, si bien en la región Uruguay aparece como un país con indicadores mejores que nuestros vecinos, estos resultados empeoran al compararnos con otros países del resto del mundo. Además, integrantes del grupo del IECON han mostrado que las fuentes de información usadas tradicionalmente esconden aún más desigualdad y que al utilizar otras como los registros administrativos, y no solo encuestas, la desigualdad es más alta. Las estimaciones muestran que el 1% de las personas de mayores ingresos se quedan con el 15% del ingreso total, que equivale al mismo porcentaje con el que se queda el 50% más pobre. Si nos vamos de los ingresos y hablamos de riqueza, la situación es aún más problemática: el 1% más rico acumula cerca del 40% del patrimonio.

Es importante destacar que si bien la dimensión de ingresos es relevante, desde hace un tiempo también se han hecho esfuerzos por poder medir la pobreza y la desigualdad de forma multidimensional, incorporando otras dimensiones que son claves para pensar en la vida de las personas, como la educación, la salud o la vivienda. 

¿Qué podemos hacer frente a esta situación?

Atender esta realidad mediante la política pública es imprescindible. Para esto, pensar en diseños institucionales que combinen políticas que mejoren la vida de las personas como las educativas, de salud o de transferencias de ingresos, con políticas redistributivas, por ejemplo mediante modificaciones tributarias o de impuestos, es un desafío clave.

Link al grupo:
https://iecon.fcea.udelar.edu.uy/es/grupos-de-investigacion/desigualdad-y-pobreza.html

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