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Hablemos de Macroeconomía

 - Mario Davrieux (Unidad Académica de Macroeconomía)

Al momento de escribir estas líneas (mediados del 2015) parece llegar a su final un largo período de expansión. Los temas macroeconómicos en el tapete son la discusión de la ley de presupuesto que regirá al gasto público de la actual administración, la crisis en Brasil, nuestros problemas de competitividad y el aumento de la inflación. El público resume su preocupación a que “viene una crisis” y “va a subir el dólar”. Hablaremos de estos temas y de su estrecha vinculación con el ciclo económico.

Comenzamos con los datos que proporciona la economía descriptiva. En el gráfico de la evolución del PIB se distinguen con claridad las distintas fases del ciclo. Luego del auge de 1998 comienza una profunda recesión con un piso en el año 2002. En el año 2003 comienza la recuperación y una fase de 12 años de continua expansión hasta el presente. El desempleo obedeció a su carácter anticíclico. Luego de trepar a 18% de la PEA en el 2002 descendió significativamente en los primeros cinco años de expansión hasta ubicarse a partir del año 2008 por debajo del 8%, tasa históricamente asociada al desempleo friccional. La inflación por su parte se mantuvo debajo del 10% en los últimos diez años, aunque superando sistemáticamente la meta y amenazando alcanzar los dos dígitos. Inflación y política monetaria serán analizados en otro artículo, aquí nos enfocaremos en la influencia del gasto público sobre la competitividad.

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Fuente: BCU

En el gráfico se aprecia que en nuestro país el gasto público ha tenido un carácter claramente procíclico: más allá de la administración de turno y de la influencia del período electoral la evolución del gasto público acompaña a la del PIB.

La competitividad, estimada a través de la evolución del tipo de cambio real, también muestra relación con el ciclo. Este indicador mide si nuestro país se encarece o abarata en relación al exterior, al relacionar la inflación de nuestros socios comerciales con la inflación interna y la evolución del tipo de cambio. En el gráfico se aprecia su evolución a “espejo” del ciclo: luego del abaratamiento que significó la devaluación del 2002 el tipo de cambio real cae sistemáticamente con la expansión económica. Para dar una idea de lo “caro” que estamos el dólar hoy debería cotizar a 40$ para ubicarnos en el promedio de los últimos veinte años.

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Fuente: BCU y cálculos propios

Sin negar la influencia a corto plazo de la política monetaria-cambiaria sobre el tipo de cambio real la teoría establece que a largo plazo la competitividad depende de factores como la productividad y el gasto público. ¿Cómo vincula la teoría la pérdida de competitividad con el aumento del gasto público? A través del déficit fiscal que genera el aumento del gasto por encima de los ingresos del Estado y su financiamiento. En un contexto de elevada liquidez internacional el déficit fiscal induce a una entrada de capitales, cuyos efectos dependen del sistema cambiario adoptado. Bajo un sistema teórico de flotación pura la entrada de divisas provoca en el mercado cambiario una caída del tipo de cambio nominal que deteriora la competitividad. Con tipo de cambio fijo también desciende el tipo de cambio real pero por distinta vía: el Banco Central compra dólares para sostener su cotización y el ajuste es mediante expansión monetaria e inflación. En ambos casos el aumento del déficit fiscal deteriora la competitividad y la cuenta corriente. La evidencia empírica de trece años bajo un régimen intermedio de flotación intervenida es consistente con la teoría,omo consecuencia los “déficits gemelos” en la actualidad son significativos: el déficit fiscal alcanza a 3,5 % del PIB y el de cuenta corriente a 4% del PIB.

Para un país pequeño y con apertura al exterior como Uruguay la coyuntura externa impulsa los ciclos. El preludio de la depresión del 2002 fue la crisis asiática y su impacto en la región, la devaluación del real en enero de 1999 y el fin de la convertibilidad en Argentina. Condiciones favorables por más de diez años en cuanto a precios de materias primas y liquidez internacional estimularon la posterior expansión. En la actualidad, estas condiciones comenzaron a revertirse. Las noticias desde Brasil, principal socio comercial junto con China son netamente desfavorables: recesión, necesidad de ajustar sus cuentas, depreciación del real y pérdida del grado inversor. Al deterioro de su economía se le agrega la inestabilidad política, que trasmite volatilidad a los mercados financieros de la región. China parece haber agotado su estrategia de crecimiento basado en la inversión y muestra desaceleración. Otro cambio decisivo será la suba de tasas de interés en los Estados Unidos, que implicará menores y más costosos flujos de capitales a las economías emergentes. Un dólar más fuerte se traduce además en menores precios de las commodities y deterioro en los términos del intercambio.

En este marco se discute la ley de presupuesto, es el turno de la política económica. La recomendación keynesiana prescribe un manejo contracíclico de la política: aumentar el gasto público para compensar la contracción de la demanda de modo de amortiguar los efectos negativos sobre el desempleo. Entonces: ¿Por qué se habla de un necesario ajuste fiscal? Para no deteriorar aún más los fundamentos de la economía y exacerbar los efectos adversos que se reciben del exterior. Gastar más cuando la actividad se frena (y baja la recaudación de impuestos) requiere ahorrar en las épocas de bonanza. El gasto público debe ser moderado para cuidar las cuentas fiscales y el grado inversor de la deuda, para no alimentar la inflación y porque es necesaria una suba del dólar por encima de esta última para abaratar nuestra economía. En el modelo teórico antes utilizado la disyuntiva es simple porque supone al gobierno como un único centro de decisión. En la práctica, los reclamos y presiones que hace cada sector en base a sus necesidades hacen que la habilidad política juegue un papel decisivo en el presupuesto que se aprobará este año. Este presupuesto marcará el diseño del ajuste que nuestra economía experimentará de cualquier modo.

 

 

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