La Economía: ¿una Ciencia (anti) Social? - III
Robinson Crusoe y una reflexión sobre el objeto de la Economía
--Pablo Marmissolle, Maximiliano Presa[1]
En las dos entradas anteriores de esta serie[2], caracterizamos y discutimos dos elementos centrales de la corriente actualmente dominante en Economía: el individualismo metodológico y la búsqueda de microfundamentos para explicar el comportamiento de aspectos macroeconómicos. También, mencionamos algunos enfoques de la economía heterodoxa que proponen alternativas para dar cuenta adecuadamente de los aspectos sociales en las interrelaciones entre individuos, y vimos algunas posibles consecuencias macroeconómicas de omitir estos aspectos sociales.
En esta tercera y última nota, profundizaremos en un aspecto vinculado a los anteriores: la existencia de un “agente representativo” en los modelos que intentan explicar el comportamiento agregado a partir del comportamiento individual. Para finalizar, adoptaremos un punto de vista histórico para tratar de entender cómo se llegó a la adopción generalizada del individualismo metodológico en la corriente dominante en Economía, lo cual vincularemos a la discusión sobre el objeto de estudio de la Economía.
El uso de un agente representativo
Es muy probable que como economistas nos hayamos encontrado muchas veces con modelos macroeconómicos de tipo “Robinson Crusoe”, que hacen referencia a cómo un individuo en soledad toma decisiones de producción sujeto a sus recursos y/o tecnología disponibles, para maximizar su utilidad a partir del consumo de lo que produce. Si bien en el análisis económico estos modelos suelen ser un primer paso hacia otros de mayor complejidad, aquí nos serán de utilidad para ilustrar la utilización de un “agente representativo” en problemas de macroeconomía. Lo importante hasta aquí es entender que los modelos que especifican un agente representativo pretenden estudiar el comportamiento agregado de la economía a partir del comportamiento de un solo individuo. En otras palabras: pretenden abordar el análisis de fenómenos sociales asumiendo que solo hay un individuo y, por tanto, que no existen las relaciones sociales entre individuos.
Una pregunta que puede surgirnos de forma más o menos inmediata al estudiar estos modelos, es si realmente podemos analizar y entender el comportamiento de los agregados macroeconómicos a partir del comportamiento individual de Robinson Crusoe. Al fin y al cabo, el propio Frank Ramsey cuando introdujo en 1928 sus microfundamentos para el análisis macroeconómico, resaltó que estaba modelizando las decisiones de un gobierno socialista planificador, no de agentes económicos individuales en un sistema capitalista (King, 2012). El agente representativo puede definirse en dos aspectos. Por un lado, como representación de todo el agregado de la economía, en donde la economía tendría una población total de una persona, como en el caso de Crusoe. Y por otro lado, representando a un agente “promedio” que podemos utilizar, a partir de la suma de comportamientos individuales idénticos y bajo determinados supuestos, para definir el comportamiento agregado de la economía. Antes de proseguir, aclaramos que, siguiendo a Kirman (1992) y Hands (2016), trabajaremos con un agente representativo optimizador, cuyo objetivo es maximizar su bienestar (o beneficios en caso de las empresas).
En el primer caso, puede afirmarse que si intentamos aproximar seriamente el comportamiento de un agregado social a partir de un solo individuo en aislamiento, no tendremos mucho éxito. Si bien la modelización en sí misma es una tarea que nos ayuda como economistas a plantearnos problemas, ensayar respuestas y repreguntas, para obtener resultados aceptables necesitaremos que estos modelos tengan cierta representatividad[3]. En particular, como indica Kirman (1992), no podemos asumir que la racionalidad individual conlleva una racionalidad agregada o viceversa, ni que los cambios que puedan operar a nivel de un individuo también puedan hacerlo a nivel agregado.
Por otro lado, si asumimos a nuestro agente representativo como un individuo promedio, del cual obtendremos el comportamiento macroeconómico sumando voluntades individuales, también nos enfrentaremos inmediatamente a otros dos problemas: el de la agregación y el de la heterogeneidad. Por ejemplo, en la teoría del consumidor, necesitaremos establecer condiciones bastante restrictivas en las demandas individuales para obtener una demanda agregada que cumpla con el axioma débil de las preferencias reveladas, pese a que las demandas individuales lo cumplan[4] (Kirman, 1992; Hands, 2016). Una de las posibilidades es asumir una familia especial de funciones de utilidad indirecta, denominadas “de Gorman”, lo cual implica limitaciones en la heterogeneidad de las preferencias. Pero en el contexto de equilibrio general a la Arrow-Debreu, indica Kirman (1992), el resultado (o teorema) de Sonnenschein-Mantel-Debreu (SMD) muestra que no se puede obtener funciones de exceso de demanda (o demanda neta) agregada a partir de funciones de exceso de demanda individuales, que cumplan con la existencia de un equilibrio general único y estable. Como indica Kirman, y también Hands, este problema puede eludirse asumiendo que la economía se comporta como un único agente representativo (lo cual nos devuelve al primer caso que comentamos). Y de esta forma, podremos seguir explicando el comportamiento agregado a partir de microfundamentos.
Cabe preguntarse, ¿cómo se explica el surgimiento del uso generalizado del agente representativo en el mainstream? Una de las razones ya la hemos visto, para el caso de la macroeconomía, en las dos entradas anteriores de esta serie: la insistencia en el uso de microfundamentos. En lo que se refiere a la microeconomía, Hands (2016) agrega que el agente representativo es utilizado implícitamente en la investigación empírica realizada para probar el cumplimiento de la teoría de las preferencias reveladas (ya sea en su versión débil, fuerte, o generalizada).
Por otro lado, si situamos el desarrollo de modelos de agentes representativos dentro de una corriente más general de modelos de equilibrio general, tendremos otra parte de la respuesta. Como mencionamos anteriormente, es complicado derivar soluciones de equilibrio general estables y únicas, y para ello el supuesto de una economía representada por un único agente es fundamental. El agente representativo constituye una gran ayuda en la tradición de los modelos macroeconómicos de equilibrio general con microfundamentos, particularmente en los modelos de equilibrio general dinámico estocástico (DSGE): la solución alcanzada también será un óptimo de Pareto (y maximizará el bienestar social) en la medida en que trabajemos con un solo agente[5].
Hemos notar que, como indica Hands (2016), en la época en la que las resistencias a la utilización de una agente representativo empiezan a ceder (último tercio del siglo XX) la comunidad valoraba, o no rechazaba, algunos conceptos para explicar los problemas económicos como por ejemplo el de la existencia de un equilibrio general óptimo o la racionalidad de los individuos y de los mercados. Además, la disponibilidad de información y tecnología permitieron (y permiten) trabajar con especificaciones cada vez más intensivas en el uso y procesamiento de datos, aumentando la capacidad de cálculo.
Finalmente, podemos pensar que la simplificación es algo bueno y necesario para poder trabajar con nuestras teorías. Esto nos trae a la discusión sobre la manejabilidad de los modelos (tractability), que aquí no profundizaremos por razones de espacio[6]. Nos limitaremos a comentar que, si bien el uso de un agente representativo brinda la posibilidad de trabajar cómodamente en los modelos de equilibrio general con la formalización matemática conocida, no genera programas de investigación que traten al individuo en el sentido que Davis (2003) postula, tal y como comentamos en la segunda entrada de esta serie.
Y entonces, ¿qué estudia la Economía?
Hasta aquí, hemos visto cómo la corriente dominante ha utilizado un agente representativo para esquivar problemas teóricos y empíricos en la especificación de microfundamentos. Podemos preguntarnos ahora: ¿Por qué seguimos usando microfundamentos? ¿Por qué seguimos enfatizando en el comportamiento individual (ya sea “socialmente incrustado” o no) para explicar problemas económicos? Trataremos de brindar un indicio de respuesta a estas preguntas a partir de un breve repaso histórico en los cambios del objeto de estudio de la Economía[7].
Autores como Smith, Mill, Ricardo y Marx terminaron de sentar las bases, hacia fines del siglo XVIII y durante buena parte del siglo XIX, de una disciplina cuyo objetivo fue estudiar la generación y distribución de la riqueza de las naciones y las relaciones sociales vinculadas a estos procesos. Es decir, el objeto de estudio de la Economía (o, mejor dicho, de la Economía Política) eran los procesos por los cuales las sociedades generaban valor, cómo lo distribuían y cómo lo consumían. Esta es una definición clásica del objeto de la Economía, que genera un conjunto de particularidades a la hora de estudiar la realidad, es decir, una ontología. Para la Economía clásica, si bien el individuo era tratado en mayor o menor medida como sujeto de análisis, en general el lugar donde sucedían los fenómenos económicos era el agregado, ya sea la sociedad entera o las distintas clases sociales. Esto no implicaba negar al individuo, sino que, en los casos más “extremos” (por ejemplo, el marxismo), se traducía en explicaciones del comportamiento económico basadas en lo social, que existe más allá del comportamiento individual, como una especie de supra-elemento. En particular, podemos ligar esto a un conjunto de teorías del valor objetivas: por ejemplo, que el valor de las cosas viene dado por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas. En los términos que planteamos en la primera nota de esta serie, podríamos afirmar que las teorías económicas clásicas no se basaban en microfundamentos, sino que se sostenían sobre fundamentos sociales.
Como indica Davis (2003), la clásica es una visión objetiva de la Economía, que bajo la influencia de varios factores (entre ellos, un clima general de fe en el progreso de la humanidad y de las ciencias naturales -más ampliamente, positivismo-) fue transformándose avanzada la segunda mitad del siglo XIX en una visión subjetiva. El marginalismo, bajo la influencia de autores neoclásicos como Marshall y, principalmente, Walras y Jevons, y de algunos austríacos como Menger, dio paso al predominio del individuo como sujeto de análisis de la Economía, en el entendido de que a partir del estudio de características subjetivas tales como los gustos y deseos personales (preferencias) darían una mayor cientificidad al estudio de los fenómenos que interesan a la Economía (Roncaglia, 2017) . Esta visión subjetivista, con su propia teoría del valor basada en la interacción en el mercado entre la oferta y la demanda, presenta una definición de ciencia económica que amalgama sus principales características. Esta definición neoclásica es la de Robbins (1932), que es utilizada hasta el día de hoy en la corriente dominante: la Economía como ciencia que estudia la asignación de recursos escasos entre fines múltiples.
Posteriormente, el avance de la corriente dominante en Economía dio paso a un individuo cada vez más desprovisto de subjetividad (Davis, 2003). A medida que la teoría económica avanzaba en la formalización matemática y descansaba cada vez más en el supuesto básico de preferencias racionales, el individuo sujeto de estudio fue cayendo en un grado de abstracción cada vez mayor. El fundamento social de los modelos teóricos fue paulatinamente olvidado. Como indica el autor, en la segunda mitad del siglo XX el mainstream de la Economía otorgó un peso cada vez mayor a la “ciencia cognitiva” (cognitive science), lo que podríamos expresar de otra forma como la “ciencia de la toma de decisiones”. Como ya hemos visto, este reduccionismo que confía cada vez más en el comportamiento individual como explicación de los fenómenos económicos, permeó tanto en la microeconomía como en la macroeconomía, transformando a los microfundamentos en la base de las explicaciones del comportamiento de los agregados sociales por parte de la corriente dominante.
Finalmente, cabe recordar que hemos visto cómo desde el propio mainstream se intenta de forma ad hoc (en otras palabras, “sobre la marcha”), incorporar desarrollos que tengan en cuenta las interacciones entre individuos, los muchos sesgos comportamentales que pueden presentar los individuos en su accionar, o la presencia de “instituciones” como constructos supraindividuales pero que son creados y moldeados por el comportamiento individual. En términos de Lakatos (1976), en torno al núcleo (core) del mainstream se ha creado un “cinturón protector” que más o menos explícitamente limita las críticas (y la propia falsación) del “núcleo duro” de la teoría neoclásica. Por otra parte, cabe resaltar que, como señala Davis (2003, 2011), no puede considerarse que estas corrientes tengan en cuenta adecuadamente la influencia de lo social sobre el comportamiento individual; es necesario que, expresamente, las teorías den cuenta de un contexto social en el que los individuos se desenvuelven, influenciados por él e influenciándolo en un proceso único (embedded individuals).
A modo de cierre
En las tres notas de esta serie hemos intentado reflexionar sobre algunos aspectos que hacen a la práctica diaria de la profesión de economista y con las que nos hemos topado en nuestro proceso de formación como jóvenes investigadores, principalmente en la elaboración de nuestros proyectos de tesis de doctorado. Nuestro objetivo fue destacar la existencia de posiciones encontradas en la Ciencia Económica, y para ello optamos por brindar un repaso de los aspectos vinculados al individualismo metodológico vistos desde un punto de vista particular, desde la macroeconomía, y tratando de ilustrar con ejemplos prácticos. Existen otros debates que apenas hemos mencionado o que hemos pasado completamente por alto, y también existen otras formas (seguramente mejores) de abordarlos en mayor profundidad. Es nuestra intención mostrar que la reflexión sobre los edificios intelectuales de la disciplina en la cual nos desempeñamos tiene valor en sí misma, para realizar una lectura crítica y formar una opinión propia sobre las herramientas teóricas y metodológicas que utilizamos en nuestra práctica cotidiana y que, más de una vez, tienen fundamentos sumamente cuestionables. Confiamos en que tener esta reflexión a nivel personal y cuestionar algunos aspectos que generalmente se toman como inamovibles, podrá generar un mejor desempeño profesional, y a la larga, una mejor Economía.
Referencias
Cherrier, B. (2021), The Cost of Virtue: Some Hypotheses on How Tractability Shaped Economics. Available at SSRN: https://ssrn.com/abstract=3927806
Davis, J. B. (2003). The theory of the individual in economics: identity and value. Routledge.
Davis, J. B. (2011). Individuals and Identity in Economics. Cambridge University Press.
Hands, D. W. (2016). Conundrums of the representative agent. Cambridge Journal of Economics, 41(6), 1685-1704.
King, J. E. (2012) The microfoundations delusion: metaphor and dogma in the history of macroeconomics. Edward Elgar Publishing.
Kirman, A. P. (1992) Whom or what does the representative individual represent? Journal of Economic Perspectives, 6(2), 117-136.
Lakatos, I. (1976). Falsification and the Methodology of Scientific Research Programmes. In: Harding, S.G. (eds) Can Theories be Refuted? Synthese Library, vol 81. Springer, Dordrecht
Morgan, M. S. (2012). The world in the model: How economists work and think. Cambridge University Press.
Reiss, J. (2013) Philosophy of economics: A contemporary introduction. Routledge.
Robbins, L. (1932). The nature and significance of economic science. Macmillan.
Roncaglia, A. (2017). A brief history of economic thought. Cambridge University Press.
[1] Queremos dedicar esta serie al Prof. Andrés Rius, quien impulsó la creación de las Unidades Curriculares (UC) Debates Teóricos y Metodológicos de la Economía e Historia del Pensamiento Económico de la Licenciatura en Economía (Plan 2012), y Objeto y Método de la Economía de la Maestría en Economía (Plan 2016). Sin el conocimiento adquirido en estas UC, las reflexiones que planteamos en esta serie no hubiesen sido posibles. También, agradecemos todos los comentarios recibidos en las primeras dos entregas.
[2] “Una ciencia social, ¿que no estudia a la sociedad?” , “¿Y entonces qué?”
[3] Aquí se presenta una reseña de Morgan (2012), quien estudia en profundidad el uso que damos a la modelización en Economía.
[4] El cumplimiento de este axioma es lo que asegura la derivación de funciones de demanda compensada “bien comportadas” en la teoría del consumidor (si sube el precio de un bien, baja su demanda). En relación a este aspecto se encuentra el de la racionalidad de las preferencias, tema que no abordamos en estas entradas pero que también es parte fundamental de los cuestionamientos a la corriente dominante en economía desde fuera y desde dentro, como indica Hands (2016).
[5] Hands (2016) profundiza en esta línea de análisis brindando ejemplos concretos.
[6] Cherrier (2021) profundiza en estas cuestiones. Recomendamos visitar su blog.
[7] Este análisis debería complementarse con el de los propósitos de la Economía: ¿describir? ¿explicar? ¿proponer políticas? Aquí no indagamos en esta discusión; proponemos a Reiss (2013) para una introducción a este y otros temas cercanos.